Cinco imprescindibles películas de horror (y terror) de los ochentas
«La vida es una gran película, sólo que no puedes elegir tu género»
Billy Loomis en “Scream” de Wes Craven
Hay películas con las que uno creció viendo de niño o adolescente en la televisión abierta un viernes por la noche o en las trilogías sabatinas, ya sea por el Canal 5 o por Canal 11 de Imevisión (antes de que se privatizara y se convirtiera en TV Azteca), películas dobladas en español dirigidas a un público adulto con el único fin de divertir, muchas veces sin censura aunque poco a poco ésta llegó cuando se masificó el público consumidor de estas películas llegando a su cénit a finales de los noventas, mucho antes de que servicios de streaming llegaran a nuestras vidas.
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Había maratones de sagas como Critters, Pesadilla en la calle del infierno (Nightmare on Elm Street) o El juguetero del diablo (Puppet Master). Películas de bajo presupuesto, la mayoría de las veces con actores y directores desconocidos, a veces con un irrisorio argumento, música estridente, colores chillantes y un largo etcétera de cosas negativas; pero muchas de ellas suelen ser grandes obras que se hacen a partir de buena voluntad, bajo presupuesto y una gran imaginación, básicamente englobando a estos filmes dentro de la serie B.
¿Y qué es la serie B?
Es un tipo de cine que se ha ido enraizando en la mente del cinéfilo que busca experiencias visuales únicas en donde el espectador relaja sus valores estéticos para disfrutar de una película sin juzgarla demasiado en su aportación artística. No es un género en la extensión literal de la palabra, bien puede ser una comedia o un thriller aunque en su mayoría está compuesta por películas de horror y terror. En su concepción actual de subgénero de horror se le podría considerar con el nombre de “cine de clase B”, un título designado por los estadounidenses como contraposición al cine del star o studio system.
Comenzaron presentándose como una segunda función que ayudaba a la película principal a que recaudara más público/dinero pues se solía pagar una entrada para disfrutar de dos películas. Posteriormente directores como Ed Wood y la mítica casa productora de la Hammer, hicieron de este tipo de películas de “segunda categoría” toda una industria fuera del sistema convencional de Hollywood. Posteriormente llegaron los setentas y ochentas en donde las grandes personalidaes del subgénero como Wes Craven, Stuart Gordon, Dan O’Bannon, John Carpenter, Tobe Hooper, Steve Miner, Charles Band y su casa productora Full Moon Productions, así como los hermanos Chiodo, entre otros, consolidaron en estas décadas la idea contemporánea de que el cine de horror y terror eran intrínsecos a la serie B: mucha imaginación y poco presupuesto.
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A nivel mundial, este cine sobre todo cautivó a los europeos, en especial a los directores italianos como Dario Argento, Mario Bava y su hijo Lamberto; Lucio Fulci, Michelle Soavi etc. En España están La Fantasic Factory con Brian Yuzna a la cabeza; casas productoras más grandes como las catalanes Filmax y Castelao, y los realizadores Julio Fernández y Jaume Balagueró que ha impactado con éxitos comerciales de la talla de “REC” (Jaume Balagueró y Paco Plaza, 2007) y “Frágiles” (Jaume Balagueró, 2005). Se podría decir que incluso Álex de la Iglesia pertenece a este círculo de directores.
En México tuvimos a René Cardona Jr. con películas como “La noche de los mil gatos” (1972) o “Tintorera” (1977) mientras que Rubén Galindo hizo de las suyas en los ochentas con fimes como “Cementerio del terror” (1985) y “Ladrones de tumbas” (1990), películas que destacan por intentar copiar el modelo del psychokiller estadounidense que inició con “Halloween” de John Carpenter y por ser protagonizadas por maestros de la serie B mundial como Hugo Stiglitz. En esos ochentas tendríamos los Halloween clons, películas que se inspirarían en la popularidad del film de John Carpenter, como “Terror Train” (una de las películas a tratar aquí). Pero también nacerían sagas como The Return of the Living Dead y Pesadilla en la calle del infierno y quizá la más mítica serie de horror de los ochentas Viernes 13 (Friday the 13th).
Quizá uno de los problemas que tiene la serie B hoy en día es que ya no hay mucha diferencia entre una película de bajísimo presupuesto cuyo contenido argumental sea casi una burla con las películas que, por el contrario, gozan de un buen presupuesto pero se meten a la cacería de la dignidad humana con historias malísimas, remakes o copias baratas de clásicos del género por lo cual ya es muy difícil dilucidar qué se considera como una película de serie B como tal, en especial en los ochentas, con su alucinante cine; una época marcada por el eclecticismo, donde lo mismo daba ver una película de Jodorowsky que una de Kubrick o de los hermanos Chiodo, donde la fantasía fue llevada a su punto más álgido con obras como “La Historia sin Fin” (“The Neverending Story”, Wolfgang Petersen, 1984) basada en el libro homónimo de Michael Ende; “Leyenda” (“Legend”, Ridley Scott, 1985) y “Laberinto” (“Labyrinth”, Jim Henson, 1986), que se convirtió en todo un ícono de los ochentas tanto por Henson como por David Bowie y Jennifer Connelly (protagonistas del film), esta última actriz que a su vez participó en la película “Phenomena” de Dario Argento en 1985, otro ícono, él del cine de horror o del giallo como se conoce al género en Italia. Parecería que desde Buñuel no se había visto un cine tan surrealista.
Los ochentas, para el subgénero slasher, significó un auge en cuanto a las historias juveniles con un psicópata detrás de ellos que empezó a finales de los setentas con la espléndida “Halloween” de John Carpenter en 1978 y que culminó con “Popcorn” de Mark Herrier en 1991; las historias parecían que agotarían al público pero el ingenio por la sangre, la muerte e incluso la decadencia moral en cada protagonista reventado hasta las tripas era una constante en cada realizador; en pocas palabras era particularmente interesante ver cómo el psicópata en turno, a los protagonistas, los mataba bien muertos. Y sin más preámbulos veamos cinco películas que fueron realizadas en esta década y que son imprescindibles de ver.
¡Feliz noche de la carne!
Terror Train (1980). Si bien estrictamente hablando los ochentas no comenzaron sino en 1981, “Terror Train” es una película rigurosamente ochentera: fue un producto de su época siguiendo los pasos de “Halloween”, un slasher en donde los asesinatos tienen como motivo principal el sexo y la venganza. Jamie Lee Curtis repite su papel de Scream Queen y a partir de esta película se convertiría en su máximo exponente al participar en varias películas de horror. La película fue dirigida por Roger Spottiswoode quien llegaría a la cúspide de su carrera en 1997 dirigiendo la segunda película de James Bond con Pierce Brosnan como estelar, “El mañana nunca muere” (“Tomorrow Never Dies”).
“Terror Train” es una de esas interesantes películas que realmente sumergen al espectador en un ambiente tétrico y de aislamiento social; su originalidad reside en que la acción del film recae en una fiesta de disfraces dentro de un tren donde el psicópata en turno tiene la genialidad de esconderse bajo el disfraz de cada víctima. Groucho Marx es, indirectamente, partícipe del film y su máscara se convirtió en icónica en esta película.

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Como curiosidad resalta la participación del mago David Copperfield quien actúa por primera y última vez en un film. La trama, como he dicho, recae en una fiesta de disfraces que organizan los graduados de la facultad de medicina a los novatos para que éstos pierdan la virginidad y cuya gran fiesta es organizada por Doc (Hart Bochner) un insensible estudiante que gasta bromas muy pesadas y que a raíz de hacerle una a un virgen y retraído joven tres años atrás, dicho joven busca la venganza y de una manera muy original y algo no muy ortodoxa… Pero dirán que es un spoiler aún cuando en realidad no lo es.
Las clásicas películas de horror de los años ochentas no pretendían hacerte burlar con el asunto de quién era el asesino, eso no importaba, eso se puso de moda hasta la llegada de “Scream” (Wes Craven, 1996), sino en cómo el asesino urdía sus asesinatos de manera original, al estilo, cómo no, del “Halloween” de Carpenter. Sin embargo, la película es original en muchos aspectos como la presentación del asesino, sus motivos e incluso en que, aunque sepamos quién es el asesino por la introducción de la película, no sabemos a ciencia cierta en quién se convirtió después por lo cual el suspenso nos mantiene atados a nuestros asientos mientras el tren lenta pero inexorablemente recorre las frías y solitarias vías de Canadá; realmente es un tren del terror.
¡Hola Mary Lou o no juegues a las escondidas!
Prom Night (1980). Dirigida por Paul Lynch, ésta es la primera de una serie de películas que es difícil de catalogar ya que la primera es más clásica del género slasher (otro clon de “Halloween”) y que incluso tiene a Jamie Lee Curtis como protagonista. De 1977 a 1980 Curtis realizó cuatro películas de horror y se le catalogó como la Scream Queen definitiva. Un punto interesante a destacar es que de esas cuatro películas sólo una era estadounidense (“Halloween”, sin contar su secuela de 1981), siendo las demás australiana (“Roadgames”, 1981) y canadienses (“Terror Train” y “Prom Night”, ambas de 1980).
Las secuelas de este film son peculiares pues cada una representa un subgénero diferente: si la primera era un slasher en toda regla, la segunda se adentra en lo sobrenatural, contando con una carismática asesina de nombre Mary Lou en “Hello Mary Lou: Prom Night II” (Bruce Pittman, 1987). La evolución hasta llegar a la tercera parte, “Prom Night III: The Last Kiss” (Ron Oliver, 1990), fue la misma que siguió la trilogía de Evil Dead de Sam Raimi: la primera parte fue una película de terror (“The Evil Dead”, 1981); la segunda parte (“Evil Dead II”, 1987) mezcló el horror con humor y la tercera parte (“Army of Darkness”, 1992) tiene un humor ácido e irreverente. Y estas tres películas de Prom Night, que curiosamente salieron prácticamente al mismo tiempo que las películas de Raimi, evolucionan casi de la misma manera.

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La cuarta parte, “Prom Night IV: Deliver Us from Evil” (Clay Borris, 1992), vuelve al slasher aunque más comedido, ya no se trata del famoso whodunnit? (¿quién lo hizo?) sino que se adentra en la venganza al estilo de la primera con un ligero toque sobrenatural. Pero esta primera parte es la mejor pues tiene a una Curtis ya bastante entendida en este género y porque mantiene una trama que te deja en suspenso, algo de lo que las secuelas carecen.
Al igual que “Terror Train”, le película comienza con una secuencia flashback en donde un grupo de niños está jugando a las escondidas en una escuela abandonada; el juego se les va de la mano cuando Robin (Tammy Bourne) accidentalmente cae desde la ventana y los otros tres niños juran que mantendrán en secreto el suceso; seis años más tarde el pasado se encontrará con ellos, justo antes de su noche de graduación.
¡No volverás a casa!
Sleepaway Camp (1983) es serie B en toda su extensión, una burda película de horror que encierra lo más delirante de la psicología moderna aunada a unas escenas flashbacks sumamente perturbadoras y que acaban convirtiéndola en una de las más impactantes películas por su crudo final. Al principio pareciera un clon de “Viernes 13” (algunos chicos se van de campamento y las muertes comienzan enseguida) y, sin embargo, evoluciona como algo diferente.
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Dirigida por Robert Hiltzik, esta película pronto se convirtió en un film de culto que dejó varias secuelas terminando hasta el 2008 con “Return to Sleepaway Camp” dirigida por el mismo Hiltzik aunque ya sin el impacto que produjo la primera. Irónicamente el final de esta película arruinó por completo el sentido de hacer una secuela aunque paradójicamente se hicieron tres de éstas; cómo sobrevivió con tres secuelas más es fácil de explicar: por la misma razón que Jason volvía a la vida una tras otra vez: a los espectadores de este tipo de películas nos gusta deshacernos momentáneamente de la lógica, es decir que suspendemos nuestra incredulidad y nuestra capacidad crítica sobre los hechos para disfrutar de un producto diseñado netamente para divertir y no para razonar.
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Más allá de las peculiaridades de este film, otro de los aspectos que lo distingue de la más comercial “Viernes 13” es que en esta película los personajes adolescentes fueron personificados por adolescentes reales y no por actores adultos como es común en las películas de Hollywood entroncándolo entonces con el subgénero del Coming-of-age.
Si alguna vez te has preguntado por qué la población está disminuyendo, culpa a los payasos asesinos del espacio exterior
Killer Klowns from Outer Space (1988). Si bien no es técnicamente un slasher o película de horror sino de terror, “Los payasos asesinos del espacio exterior” dirigida por Stephen Chiodo con la ayuda de sus creativos hermanos es una de las películas mejor hechas del género. Dirían los téoricos de la serie B (si éstos existieran) que hay directores muy inteligentes que hacen películas vulgares y horrorosas justo porque saben cómo hacerlas. Los hermanos Chiodo son de esos realizadores inteligentes y lo demuestran en esta ya clásica película de culto.
«Los payasos asesinos del espacio exterior» es un título que no se recata en nada y que sugiere una interesante y cuasi absurda idea sobre el origen de los payasos. La película recuerda a otros clásicos como “Prom Night III”, “Evil Dead II”, “Demonic Toys”, entre otros filmes que mezclan la comedia más ácida y absurda con el horror más desenfrenado. Los elementos o clichés de un circo juegan un papel muy hilarante en esta película: las palomitas de maíz, los globos, dulces de azúcar, la ventriloquia y las carpas.

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Cuando se mira por primera vez, tenemos que transportarnos a la estética tanto narrativa como visual de los ochentas para captar eficazmente la idea, la muy loca idea, que se nos presenta para ser cómplices junto con los personajes y sonreír complacientes ante la comedia de horror que se nos presenta. Los hermanos Chiodo, que son famosos por el trabajo que han hecho dentro del departamento de efectos especiales, hicieron una espectacular labor en su narrativa. Ésta parte de lo absurdo, correcto, pero ¿qué es lo absurdo? Payasos extraterrestres que convierten a los humanos en algodón de azúcar gigantes para, con un popote, succionar su sangre y alimentarse; palomitas de maíz asesinas y helado ácido que carcome tu piel; horrorosas risas mientras dos escenas en particular perturban la mente: la del payaso que intenta atraer a una niña a sus garras y la pelea entre dos marionetas que resulta mortal para su inocente espectador.
Ya de por sí a los niños de estas generaciones la idea de un payaso les horroriza gracias a Stephen King pero los hermanos Chiodo, desde antes que “It” tuviera una adaptación a la televisión (y posteriormente al cine), llegaron al cine para hacernos notar que unos seres pintados por todo el rostros, con vestidos coloridos y siempre sonrientes no son seres en los cuales uno pude confiar. Diálogos irrisorios y en algunos casos con un humor pensante: “No necesariamente estos extraterrestres tomaron la forma de un payaso humano, más bien quizá los humanos crearon al concepto del payaso a partir de ver a uno de estos extraterrestres hace tiempo”. Algunos nos hacen reír, algunos nos hacen llorar, pero estos payasos, te matarán.
La maldad viene en todos los tamaños
Puppet Master (1989) fue la primera de doce películas producidas por Full Moon Productions comandada por el cineasta Charles Band, una serie cuya popularidad se consolidó en los noventas, creando filmes cuyo motor principal son los muñecos (asesinos) que cobran vida. Los muñecos asesinos se pusieron de moda a finales de los ochentas gracias a la película de “Chucky: el muñeco diabólico” (“Childs’ Play”, Tom Holland, 1988) y posteriormente con las creaciones de Charles Band, “Puppet Master” (1989) y “Demonic Toys” (1992). Mención aparte tiene la película “Dolls” (1987) de Stuart Gordon que es probablemente la más rica en cuanto a elementos artísticos y una historia cuasi gótica; esta película fue producida por el mismo Charles Band y su productura Empire antes de fundar Full Moon.
Se podría considerar a esta película de Gordon como la madre de este subgénero de los muñecos asesinos. No hay que olvidar, por supuesto, la película mexicana “Vacaciones de terror” (René Cardona III, 1989), una de las más queridas del género en México que básicamente hizo de Pedrito Fernández un nuevo Hugo Stiglitz ya que protagonizó al menos tres películas de terror más después de este filme.
En lo que respecta a “Puppet Master” y a su productora, Full Moon, su popularidad se consolidó en los años noventas ya que en su equipo creativo no solo hubo un buen uso de los animatronics sino que la banda sonora, compuesta por el hermano de Charles, Richard, de cada película está muy bien cuidada, a tal grado que “Blood Dolls” (Charles Band, 1999) fue semillero de varias músicos que protagonizaron el film. Si hiciera una lista de cinco películas de horror y terror de los años noventas que son imprescindibles, seguramente dos o tres serían de Full Moon Productions.

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Esta primera parte, como la mayoría de las películas de la saga, retrata la vida de un maestro marionetero de nombre André Toulon cuyas creaciones toman vida gracias a las artes que aprendió en Egipto en 1902. Una característica importante de esta saga es su complejidad cronológica, si bien la primera parte está ambientada en 1989, la secuencia inicial y la historia principal de André Toulon están ambientadas durante la Segunda Guerra Mundial y cada película funge a veces como precuela y secuela a la vez, a veces como tie-in (conexión) y rara vez como película stand-alone (independiente).
En México llegó con el poco afortunado nombre de “El juguetero del diablo”, un nombre que evoca maldad y terror a todas luces que hace que la serie pierda un poco su sentido pues una de sus particularidades es que André Toulon no es exactamente un villano sino que es un producto de las circunstancias al haber sido perseguido por los nazis ya que su idea original era que sus muñecos divirtieran a los niños pero al igual que pasa con los payasos, los niños suelen temer a unos muñecos que podrían cobrar vida durante la noche.
Hay algo extrañamente fascinante en la serie B y en el cine de horror más allá de que estos términos no son intercambiables pero sí unidos en muchos aspectos; siempre será parte de algo, siempre tendrá la nostalgia de su lado, siempre se recordará la niñez y la adolescencia al lado de un film de horror o de bajo presupuesto. La serie B no es pasajera ni siquiera una moda, es algo que permanece, inherente en nosotros, los cinéfilos que crecimos con las trilogías del sábado de Canal 5, que no terminaban sino pasada la medianoche, justo cuando los payasos y los muñecos nos sumergían en un mundo irreal y tétrico.
Texto: Rodrigo González